
Cuando tenemos una disputa relacionada con un tema inmobiliario, hay veces que es mejor recurrir a vías alternativas a la judicial para ahorrar en tiempo y en dinero. En este artículo, te explicamos cuándo es necesario el arbitraje en conflictos inmobiliarios.
Arbitraje en conflictos inmobiliarios: ventajas
Como hemos indicado, a veces esta vía es más recomendable que agotar la vía judicial. El tipo de conflictos por los que se suele recurrir al arbitraje son los que aparecen en las comunidades de vecinos. Por el contrario, si lo que pretendemos es desahuciar a un inquilino moroso, lo recomendable es acudir a un juez.
La principal ventaja que ofrece el arbitraje es el ahorro de tiempo. En un plazo máximo de seis meses el árbitro, que es designado por una organización sin ánimo de lucro o por una institución oficial, emite un laudo (como una sentencia) que es de obligado cumplimiento. Este suele estar especializado en una materia concreta, por lo que es habitual que en casos de un arbitraje en conflictos inmobiliarios, nos pueda tocar un árbitro especializado en la construcción, la propiedad horizontal o el arrendamiento.
Por el contrario, el principal inconveniente es que no es una vía obligatoria y, para someterse al arbitraje, ambas partes deben haber confirmado su acuerdo de manera explícita. Esta es la razón por la que muchos contratos de alquiler, así como estatutos de comunidades de vecinos, incluyen en una cláusula por la cual ambas partes acuerdan de acogerse a arbitraje en caso de conflicto. En el caso de las comunidades de vecinos, los principales conflictos se dan por aprobar o no una derrama o por el impago de las cuotas de la comunidad. Debido a que las cantidades son pequeñas, el arbitraje es el recurso perfecto para este tipo de casos.
Otros casos habituales son los que se dan entre propietarios y la constructora de las viviendas o las compañías proveedoras de servicios. En el primer caso, para recurrir a esta vía debe venir especificado en el contrato de obras.
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